Dice logra sobrevivir a tres rayos




POR RAFAEL P. RODRIGUEZ
HUNDIDERA, Mao.- En el trasfondo de un recorrido por entre profundos arrozales blandos, sobre el ángulo verde de cuatro montañas cubiertas de guazábara y cambrones, vive Basilio Gómez, perseguido por el rayo.
La última descarga estuvo más cerca que las anteriores, pues procedió a quemarlo, con ropa y todo, y le envió, sin conocimiento, a cuidados intensivos.
Incluso los zapatos quedaron calcinados.
Le ocurrió el 5 de septiembre del año pasado.
Tómese bien en cuenta que la energía desplegada por un rayo, que es memoria del origen y caligrafía del cielo, en menos de un segundo, es de seis millones de grados centígrados, más elevada que la superficie del sol.
En la Grecia homérica y pagana dirían que a Basilio Gómez los dioses no le quieren.
Es un sonriente y sereno agricultor de 46 años de edad, con su familia rodeándole mientras los relámpagos rubrican el aire y se deshacen en la sombría cordillera al sur del pueblo.
Truena como tambores que anuncian la inminencia de lo que más le preocupa en estos momentos, justificadamente, a Basilio.
El primer rayo lo saludó entre los pies con un chirrido como de ultratumba y no le pasó nada, pero fulminó sin piedad, como una advertencia cruel, ocho gallinas que él alimentaba. Pasaron 18 años.
La segunda descarga ocurrió hace seis años, un día 19 de octubre.
Lo dejó ileso pero preocupado, bajo la inenvidiable condición de pararrayos humano.
En la tercera oportunidad fue casi la vencida: le cruzó el costado derecho dejándole una marca imborrable, un viaje involuntario para recibir los primeros auxilios en Navarrete, llevado por su esposa, Gregoria Liz, y algunos vecinos, y un internamiento en una clínica de Santiago, donde no supo de sí hasta dos días después cuando parecía un resucitado.
Basilio Gómez, tendido sobre un holgado sillón de color negro, sonríe y sorbe el humo ligero de un cigarrillo.
Recuerda que esta vez, ante la sorprendente sobrevivencia a la última descarga, lo llamaron por teléfono de muchos lugares, incluso de Estados Unidos, donde tiene familiares y amigos.
Agradece "del Señor y de los médicos" el haberle salvado de esta inevitable "persecución" eléctrica venida de lo alto.
¿Qué puede hacer para protegerse?
-No tengo ni idea, confesó.
¿Por qué no adquiere un pararrayos y lo coloca en la parte alta de uno de estos cerros?
-La corporación eléctrica es la que los tiene. Espero que usted me traiga uno, manifestó.
Ante la sugerencia del pararrayos, cree que sería inútil pues él suele salir de este lugar con alguna frecuencia.
Basilio nació aquí y ha vivido todo el tiempo de la agricultura.
Nadie más ha sido alcanzado en su campo por esta fuerza puntual de la naturaleza.
El espera continuar con esta racha de buena suerte pero la preocupación le ronda como un fantasma que no desaparece.

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