Chinos se apoderan negocios comida barrios

Wi Wi Lee, de 18 años, explica cómo prepara el "chow fan" en el picapollos que lleva su nombre en el ensanche La Fe, sector en que prolifera ese tipo de negocio de comida rápida. Al fondo, su prima Yanili Lee (Lili), de 13 años, quien atiende el negocio que la familia Lee ha mantenido por más de 10 años. El Nacional/Guillermo Burgos

POR SHIRA ABREU

A paso sigiloso pero seguro, ciudadanos chinos se apoderan de la venta de comida rápida en barrios y zonas comerciales, apoyados en sus ofertas de bajos precios y abundante mercancía.
"Aquí no se va nadie sin comer", dijo Carmen Cuevas, una imponente morena que lleva más de ocho años trabajando en pica pollos de chinos. Actualmente ayuda en la cocina, limpia, sirve de camarera o dependiente en el "Expreso California", de la avenida Ortega y Gasset, frente a la Plaza de la Salud, uno de los tantos pica pollos que proliferan en el ensanche La Fe. Los chinos buscan regularmente sitios estratégicos, próximos a empresas, hospitales o comercios, que les garanticen gran volumen de clientes, porque "hay mucha gente con pocos cuartos y que quiere comer", como explica el veterano "picapollero" Shunrog Lee, mejor conocido como Pancho en la calle 14 de Junio, del ensanche La Fe, donde tiene el picapollo Wi Wi desde hace más de 10 años.
En ese sector también hay restaurantes chinos como el Londres y el Isla de Oro, que brindan mayor variedad de platos tradicionales del país asiático, aunque no a precios tan cómodos como los picapollos, donde hasta con 20 ó 30 pesos se puede "aguantar el hambre". Con esa cantidad se pueden comprar algunos plátanos fritos acompañados de una pieza de pollo, y para una comida completa, tres carnes de pollo con tostones, desde 60. Para los más comilones, cinco pedazos de pollo con papas fritas les cuestan 110 pesos.
El Wi Wi es uno de los primeros. Comenzó en una casita de aspecto humilde, explican moradores del sector, y hoy no tiene nada que envidiar a grandes cadenas de comida rápida. Allí, como la mayoría de los establecimientos chinos, el rojo es el color predominante y sirven además comida dominicana y muchos platos elaborados. Es también normal ver jovencitos, casi niños, al frente del negocio.
Por tradición, cada miembro de la familia tiene una función. Generalmente los más pequeños despachan, los jóvenes dirigen la cocina, en la que también intervienen dominicanos, y el o la jefa de familia cuida celosamente, peso a peso, la caja registradora.
Cada vez es más común ver dependientes dominicanos en esos negocios.
El éxito
Una empleada dominicana de uno de los picapollos de la avenida Tiradentes, cuyos patronos no quisieron ofrecr declaraciones a El Nacional, aseguró que el éxito de ese tipo de negocio radica en que los patronos trabajan demasiado.
"Para ellos no hay días de fiestas ni nada", dijo algo temerosa de que su jefa la escuchara.
En tanto, el hijo de Lee, Wi Wi Lee, un chino de 18 años, coincide con su padre en que si venden barato su clientela será mayor, y por consiguiente obtendrán más beneficios. El joven, con buen dominio del español, a diferencia de la mayoría de los que laboran en esos establecimientos, dijo que el plato más demandado son las pechugas empanizadas, popularmente conocidas como "pechurina", seguidas de las piezas de pollo con fritura y el "chow fan", un arroz tradicional chino mezclado con vegetales y la negra salsa china que identifica esa comida.
¿Cultura o servicio?
El recorrido de los reporteros de El Nacional por el ensanche La Fe, reveló resistencia o indisposición de los chinos hacia la prensa. Muchos no quisieron conversar, ni siquiera dar la menor explicación, hasta el punto de que el encargado del picapollo Lili, de la avenida Tiradentes casi esquina San Martín, expulsó a los periodistas. En ese picapollo asaltantes mataron el martes a uno de los chinos en un intento de atraco que fue frustrado por la Policía, en el que también resultó muerto uno de los atracadores.
Chinos de otros locales preferían que sus empleados dominicanos conversaran con la prensa y simulaban no entender nada el español.
El joven Wi Wi, chino pero que vive desde niño en el país, explicó que esa actitud quizás se deba a que los chinos creen que la prensa los cuestiona por algún problema, por lo que prefieren callar y así continuar vendiendo sus picapollos, chow fan, tostones, papas y comida criolla.

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