El día que nos damos cuenta que somos realmente pobres

Crecí en una calle como cualquier otra de un pueblo del Cibao. Unos ricos, unos pobres y otros más pobres, todos vecinos.
Mi madre maestra y mi padre comerciante, uno pequeño porque lo que tiene desde que tengo uso de razón es un colmadito de subsistencia. Aunque no éramos ricos en mi casa nunca falto lo necesario. Vivimos sin lujos ni caprichos porque somos seis hijos.
Siempre le preguntaba a mis padres (los de la foto) qué éramos nosotros, si ricos o pobres, y ellos me decían que de clase media, realmente de media baja. Pero yo no lo entendía así porque veía que la mayoría de las personas que nos circundaban tenían menos que nosotros. Que algunos de los hermanos íbamos a colegios y que nunca faltamos al pago. Veía que a mi casa nunca iban cobradores, ni veía a papi y mami ahogados en deudas.
Notaba que los 25 de cada mes mami nos compraba algún regalo y que el Día de Reyes siempre teníamos buenos juguetes.
A los 15 años entré a universidad estatal, me mude con mis hermanas a un residencial muy bonito en la capital y con lo indispensable me hice comunicadora social. Trabaje ventas y ahora periodismo, siempre ganando poco pero produciendo lo necesario para vivir.
Todavía no me sentía pobre.
Pero hace tres semanas un médico muy bueno al que logré llevar a mami gracias a la intermediación de dos compañeros de trabajo, a los que les agradezco mucho, determinó que era necesario que a mami le colocaran un dispositivo en el corazón para regularle unas arritmias peligrosas que padece hace varios años. Ese dispositivo puede salvar su vida porque su corazón está muy débil.
Pero cuando comencé a sentirme pobre de verdad fue cuando supe que ese aparato cuesta 20 mil dólares, más la hospitalización de 200 mil pesos.
Ahí me di cuenta de que trabajamos y nos hacemos profesionales para subsistir, para pagar alquiler y pasajes. En momentos de emergencias como el que nuestra familia está viviendo somos realmente pobres.
Ahora mis hermanos y yo tenemos que mover cielo y tierra para conseguir ese dinero y estamos dispuestos a hacerlo porque le haremos más larga y llevadera la vida a quien nos la dio. Mami lo merece.
La impotencia que ahora siento, a pesar de que hemos recibido importantes ayudas, se que cambiará cuando el médico diga que nuestra madre esta fuera de peligro, lo que pido a Dios a cada momento.